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La desigualdad y el diseño urbano.

En un primer momento parecería que el diseño urbano y la generación de desigualdad no mantienen ningún tipo de conexión, sin embargo, el uso y desarrollo del espacio público es uno de los puntos angulares en la construcción de la vida social y política ya que, a pesar del progreso en ambos rubros, el diseño urbano sigue siendo una materia dominada por hombres de cierta clase social y características de privilegio que delinean estrategias urbanas, provocando que no contemplen los problemas socio-políticos, ni las resonancias económicas fuera de su rango de visión normal.

Se ha demostrado a través de distintos estudios que el diseño urbano genera desigualdad a través de la distribución del espacio, por lo que, aunque esta disciplina se ha autoproclamado neutral y objetiva, la realidad es que ha continuado alimentando y perpetuando las estructuras de poder que predominan y a su vez sistematizan el mundo de privilegios. Ejemplos que van desde la construcción de vías no aptas para personas en situación de desventaja física, hasta la preponderancia del espacio para automovilistas sobre las áreas peatonales y ciclistas, las desventajas que genera el diseño urbano tienen repercusiones económicas que llegan hasta los procesos de gentrificación donde comunidades enteras son despojadas de los lugares que históricamente les han pertenecido, resultando en nuevos espacios con un enfoque altamente lucrativo en pro de una supuesta visión de progreso, que no contempla las demandas de las minorías ni los derechos de aquellos que no gozan de preeminencia o riquezas.

Para comenzar a diseñar espacios más horizontales y con un verdadero sentido de inclusión es necesario que al menos las grandes ciudades contemplen las exigencias de las minorías que han sido desplazadas; desde las mujeres, quienes requieren acciones afirmativas como transporte público exclusivo o espacios mejor iluminados donde se han detectado focos rojos de violencia, hasta invidentes y personas con capacidades diferentes que demandan espacios aptos para desarrollar su vida con un sentido de normalidad, el Estado e incluso el empresariado debe comenzar a desarrollar un diseño urbano incluyente y verdaderamente progresista que vele por el desarrollo de una vida digna para todos.

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